Sería preciso despertar
más temprano que de costumbre.
Para esa luz de las calles
que nos vuelve a nombrar como entonces
- cuando era fiesta,
y ser adolescente era una leyenda verde,
una impaciencia desmedida
o un ávido temblor de innegociable madrugada.-
Es
esa claridad
de siempre, que se ausentaba por algún tiempo
y nos recuerda que el primer deslumbramiento
fue habitable lejanía;
eco dormido en las catedrales,
cárdeno olivo, mineral relámpago…
o simplemente ridículos ángeles
vestidos para la ocasión.
Entenderemos
entonces
que el tiempo nos resulta generoso y conciso.
Y que es preciso recordar
el impávido terciopelo de las horas calladas.
Aquellos óleos, con que solíamos pintar
la vigilia de los nardos
o nuestros horizontes más inalcanzables.
Es preciso respirar el olor a madera
de las tardes, los meses azules;
la menta salvaje
de las muchachas que regresan de la lluvia.
Barrer ciertas indolencias, recias imposturas
o esos augurios que nos golpean
como oleajes, como tibia rapiña
y que en algunos momentos
fueron fieles como el dolor,
como adivinables páramos, como fraguas clandestinas.
Y
es preciso
despertar aún más temprano
que de costumbre
y bajar hacia las calles
hasta donde los días nos lleven.
© Jorge Moreno De Los Santos
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