Mi madre
Mi madre tenía aromas
de azahares en sus manos.
Por las noches, me abrigaba
con su voz, paciente y dulce.
A veces, la siento todavía,
en medio de la noche,
rondando por mis sueños.
Mamá me despertaba,
sirviéndome luciérnagas
celestes en la taza.
Luego partía a su diaria tarea
de fregar los pisos
o lavar la ropa ajena,
como quien limpia el día,
mientras por sus manos,
circulaban torrentes de ternura.
Al regresar, no había cansancio
que pudiera con ella.
Me leía interminables
cuentos,
que eran desafíos
para inventar los
míos.
Se empecinaba en producirme ideas,
y cuando llegó el tiempo
de levantar mis banderas,
sus brazos se cubrieron de nidos,
para alojar compañeros.
Luego, se dio tiempo
para abrigar mis hijos,
como quien enhebra
cuatro hilos distintos
en una enorme aguja.
Siempre la veo partir
con sus ochenta y pico de años,
o la descubro,
escondida entre mis pasos,
empujándome a luchar
por su memoria.
© Rubén Amaya
Hermoso homenaje Rubén lleno de nostalgia y ternura Un placer leerte!
ResponderEliminarHOla, hermoso homenaje poético! Felicitaciones poeta! Saludos
ResponderEliminarBello Rubén, las madres, en su mayoría, desprenden este ramilletes de maravillas.
ResponderEliminarLily Chavez
Hola Rubén: un poema muy conmovedor, desde lo cotidiano, que es lo que uno extraña, las pequeños actos heroicos de cada día, de los que tomamos conciencia con los años, al extrañarlos y darnos cuenta de cuánto hacía esa persona por nosotros.Es muy difícil escribir un poema a la madre que no caiga en la cursilería, pero lo hiciste, porque hablás de ella como "de quien limpia el día".Lo sentí mucho Irene Marks
ResponderEliminarExcelente Poema!!!!!!
ResponderEliminarSensible, conmovedor.
Tere Vaccaro.