Dos piernas, dos rodillas, dos tobillos,
los dedos diminutos de los pies
que son tan parecidos unos a otros
y suman sus falanges en parejas,
los huesos semejantes, sucedidos
y su contaduría vertebral
para escribir el peso o el fulgor
son nómina y carbón en papel copia,
perfecta simetría con que el cuerpo
busca no estar tan solo y se consuela
del lunes y su abrazo envenenado.
Por eso se acompasa en paridad,
escruta sus meninges, sus alardes,
su tiempo entristecido y concluyente
y cuenta sus costillas mientras gime,
porque es inmensa la llanura sola
y el sol está tan lejos como el mar.
El día en que nos faltan los afectos,
palabras olvidadas como trébede,
justicia, lapicera o resplandor,
cuando estalla la flor de la torpeza
y aroma los manzanos al troncharse,
el cuerpo se conforma como puede,
busca su concordancia, su acomodo
para la ley de las compensaciones
y balancea su peso duplicado
por el estrecho beso de lo dual.
Tan sólo los impares desiguales
–el sexo, el corazón o la cabeza–
revientan en su plomo solitario,
reclaman con ardor para la sed
y exigen de algún modo compañía,
un canto en que se enreden otras voces
haciendo más liviano el universo.
© MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ
ResponderEliminarMARÍA ANGELES, TU POEMA ME LLAMÓ LA ATENCIÓN.
ESA MANERA DE IR DESCRIBIENDO UN PERSONAJE, DE IR METIENDOTE EN ÉL, POCO A POCO, HASTA DEJARLO TOTALMENTE AL DESCUBIERTO, CON SJ SOLEDAD Y SU NECESIDAD DE CARICIAS. TE FELICITO Y ENVÍO MUCHOS BSSSSS.
ELENA CABREJAS
19/12/13 21 hs.