Me gusta contemplar tu propio gozo.
Mirarte en el placer cuando él afluye
a tu pulso febril y te destruye
tu propia tempestad sin falso embozo.
Como atento testigo yo retozo
en esa libertad que se construye
a instancias de mi aliento, y algo intuye
mi instinto en el espejo de ese pozo.
Algo vital
sin duda, un eco ardiente
de aquel fuego inmortal, omnipresente,
que celebró la piel como morada.
Mírate en el reverso de mi mente
constelado impudor, lúdica fuente.
Mis ojos de voayeur no dirán nada.
© María Del Mar Estrella
Belleza.
ResponderEliminarSutil. Profundo. Impecable.
Un placer leerte.
Un cariño
gracias nerina!
ResponderEliminarun abrazo María
ResponderEliminarsiempre honda
gracias
alba
Bellísimo viaje desde el placer a la mirada, con ritmo de jadeo y piel enajenada en el rito mas vital de la existencia
ResponderEliminarArranca aplausos sin las manos, este poema
Ignacio
Profundidad y belleza
ResponderEliminargracias
desde Graciela abrazo
Profundidad y belleza
ResponderEliminargracias
desde Graciela abrazo
El objeto del deseo del voyeur, como el de cualquiera otro, es siempre el otro. ¿Como se llamaría aquel cuyo placer deriva del gozo de ser mirado precisamente por un voyeur?
ResponderEliminar... estupeeendo trabajo!
W.M.