18/7/13

Poema de María Ángeles Pérez López


 
Por las mañanas marcho a cazar el bisonte,
me cubro con la piel primera de mi mundo,
las flechas son del hombre que acompaña
su sueño y lo acompasa con el mío,
él marcha por su lado y su vereda
para escribir su parte de la historia.
En la mía estoy sola como siempre,
oliendo el miedo atroz y ese reguero
de huellas que conducen al combate.
Esas otras mujeres no cazaban
–las que miran desde antes y sonríen–,
alentaban el fuego y su videncia
ocultas en la sombra de su vientre,
maternas y cubiertas de maíz.
Pero ahora los tiempos son distintos,
la tribu no conoce la memoria,
he aprendido las marcas del venablo
y entonces hago mío el sufrimiento
de atrapar, de arrojar al animal
hasta su muerte escrita desde siempre
y llevarlo arrastrando, desollada,
también yo desteñida de su sangre.
Cuando vuelvo a la tarde me siento a llorar
porque advertí que el miedo es infinito,
y traigo roturadas sobre el rostro
las mías, las heridas de la lucha.
Soy responsable entonces de un pedazo
inmenso del dolor de la contienda,
de que cumplan su plazo algunas leyes
como la universal ferocidad,
de un trozo de la carne y de la lágrima
con que el bisonte sirve mi sustento.
 

© María Ángeles Pérez López

6 comentarios:

Anonymous Beatriz Minichillo ha dicho...

Poema de fuerte tono dramático que resalta el origen de la especie y su esforzado lugar en la supervivencia humana

18 de julio de 2013, 18:37  
Blogger Adriana ha dicho...

Tu poema es terrible, tiene una belleza cruel, que a la vez despierta piedad. El remate es excelente: "la lágrima con que el bisonte sirve mi sustento". Muy bueno. Un abrazo. Adriana Maggio

19 de julio de 2013, 11:48  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Un poema cruel , tierno llamando a una realidad que se nos escapa de las manos

maria elena tolosa

21 de julio de 2013, 22:59  
Blogger Nerina Thomas ha dicho...

La realidad de vivir el día a día. Enfrentar, ver, dejar pasar, pero... todo suma y contamina. Hasta que uno acepta que es la vida.
Gran poema!!
Un abrazo!1

22 de julio de 2013, 21:44  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Este poema tiene la virtud de propner una idea mìtica como explicaciòn de la soledad ese bisonte ajeno que nos deja morir sin siquiera atacarnos, acaso porque hay otras marcas màs azarosas y crueles: las que nos dejan los desencuentros.
W.M.

27 de julio de 2013, 14:32  
Blogger Isabel ha dicho...

HERMOSO POEMA. El yo podrá llamarse Diana como la revista de perros de caza. Cuenta la historia que nadie valorará. El miedo hace temblar su piel de animal amigo del hombre, pero este "pedazo de dolor" (magnífica frase no va a quedar sino la hazaña del cazador4 humano.
Un abrazo
Isabel Llorca Bosco

28 de julio de 2013, 20:20  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio