El
mentón del cinocéfalo
Mi hija encuentra por ahí
un pequeño auto de juguete.
Lo sostiene
muerde las ruedas macizas
chupa las partes metálicas como si
se tratara de una galletita y le inventa usos
que le roban al aparato su proba y febril utilidad.
Ella no sabe
a qué atribuir mi extrañeza
cuando veo cómo, en sus manos
ese pedazo de historia de la humanidad
va perdiendo jurisprudencia sobre sus formas.
Ella no sabe
que la observo en su más perfecta belleza
llena de la efímera ignorancia
que el tiempo irá reemplazando
por geométricas leyes del conocimiento urbano.
Ella no sabe, y hace bien.
© Walter
Iannelli
Tiernisimo poema. Felicitaciones. Qué maravillosos son los hijos y que llenos de verdad están. Un abrazo. Gastón Sequeira.
ResponderEliminarHace muy bien Walter y ya se lo contarás vos
ResponderEliminarHabía leído este poema en el taller con Ali, cuando me lo leyó ella dije "qué groso este tipo" sin saber que años después iba a ser tu fan número uno.
ResponderEliminarSos un gran niño Ianneli!
Entre tantas cosas que se aprenden, en esta vida es a ser - testigos -
ResponderEliminarY cuánta maravilla serlo de los hijos!!
Son los grandes maestros nuestros!!
Brillante tu poema!!
Gracias y un cariño a ambos!!
Me encantó, Walter. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy buen poema, Walter... y qué titulito!!
ResponderEliminarCuánto crecemos con ellos, en esas perplejidades que nos alejan de la sombra!
ResponderEliminarClaudio Simiz
Walter, esa maravillosa ignorancia hace que ella cree su propia realidad sin nuestras perniciosas enseñanzas. Bravo.
ResponderEliminarEl deleite de tu mirada de padre que sabe disfrutar de la efímera inocencia, dotando el instante de una incomparable ternura.
ResponderEliminarSusana Giraudo
si lo sabré yo que soy madre múltiple :)
ResponderEliminarmuy bueno Walter