Detrás de mi soledad estaba el jardín.
Por eso no lo ví; porque ella —la soledad—
lo tapaba todo.
Una cigüeña se posaba sobre el tejado
que mi imaginación construía para mi relato,
y sus largas patas eran casi palpables en el
asedio del pleno día, tan silencioso como la pizarra
del techo bajo sus palmas rojas.
Y ése fue todo mi hogar: una estampa más real
que mi cielo de invierno, enamorado para siempre
de los muros que pintaba año tras año.
País de eternidad, de acertijos, de defensas fatigadas.
© Paulina Vinderman
Muy bueno. Un abrazo. Gastón Sequeira
ResponderEliminarQuerida Paulina
ResponderEliminarCuando la palabra es la puerta de entrada a otras dimensiones, donde el
"tejado" brilla en la voz que surge desde la "soledad". Ese paisaje donde la
"cigüeña" se materializa con sus "patas casi palpables" es el "jardín " donde
las "palmas rojas" nos dan su calor. El "país de eternidad, de acertijos, de
defensas fatigadas" es el que se aprehende a través de la delicada intuición
poética. Que tu voz siga resonando, y ¡que crezcan siempre estas hermosas
manzanas rojas en tu árbol! ¡ Gracias por la magia! Con cariño Irene Marks
De excelencia.
ResponderEliminarUn abrazo
Una atmósfera muy palpable, muy visible, construiste en tu poema.
ResponderEliminarSaludos.
Enapenas unas pocas palabras describiste todos nuestros acertijos sin resolución, nuestras culpas indefendibles y mucho más.
ResponderEliminarBello y soledoso poema, un abrazo Paulina,
ResponderEliminarSilvia Loustau
Difícil es que la soledad pueble un poema; luego las notas de color, la pintura de los muros, tal vez la rutina de las estaciones. Justo una cigUeña con su halo de fantasía y de creación posada en tu cabeza desde donde surgirá tu relato.Un poema que parece hecho sin palabras para dejar
ResponderEliminarlos juegos y que hable la soledad. Estupendo. Un beso inmenso Isabel Llorca Bosxoi