Temperatura
No solo la fiebre tensa el
atardecer.
También la hora
la luz morada
los filamentos.
También el límite
racimos de ausencias
como ramos de
violetas.
Siluetas de piedra
merodean los bordes
arborecen la plaza.
Suben repican
maldoblestar retumbo agudo
de campanas.
Sostengo a tientas el inmenso
carillón:
alguien sacude
para mí
badajos de
lágrimas.
© Marta Ortiz
Estados de ánimo, que son conducidos por la fiebre a veces. Uno encadena cada situación en esas circunstancias. Y nace un poema, como tantos por distintas secuencias de la misma vida.
ResponderEliminarUn cariño enorme!!