Nos
pertenecía.
Aquella
casa donde vivíamos, guardaba todos los recuerdos.
Allí,
donde ha quedado tu mirada más pura, el inocente beso,
que nos
encendió a los dos, los rostros abiertos al cielo y el
amor era
tan bello y lo creíamos muy lejano. Nos pertenecía.
Volví a
buscar sus ecos en la casa, descubriendo lo
que quedó
en su crecida memoria, una magia única,
en
pequeños remolinos, que tatuaron mis temblores
de dicha,
como cuencos sagrados en la casa de oro.
Sin fecha
gastada caía la llovizna, que teje y entreteje su música inigualable,
mientras
leo lo escrito hace un tiempo, líneas, rayas, puntos, curvas que aún
respiran
aunque soplen tantos vientos, se caigan los pasos en la memoria de
atrás,
donde sumerjo mis pies en esa casa, donde desnudos recorrieron sus
galerías
de silencios y las mañanas me sorprendían como si fuese un laberinto.
Un patio,
un nogal pegado a sus raíces.
Mi
memoria, un aleteo de pájaro, la vida.
© Lidia
Cristina Carrizo
Hay recuerdos ahogados por el viento, y recuerdos "como cuencos sagrados en la casa de oro" Que bellísima imagen Lidia. a veces duele el recuerdo, pero es necesario rescatar lo perdido, y revivir felicidades antiguas.
ResponderEliminarHermosa poesía la tuya
Ignacio
Cuando uno mira la película, recuerda la escena, vuelve a vivir esos momentos.
ResponderEliminarLa historia, de cada uno, esa que escribió viviendo.
Un abrazo
Lidia:
ResponderEliminarMe gusta mucho tu nostalgico poema, en el nos percatamos como el tiempo es inexorable y nunca se detiene, más que en la memoria.
Un abrazo afectuoso
Carmen Amato
David Antonio Sorbille dijo...
ResponderEliminarEstimada Lidia: un poema evocador que nos transmite un sentimiento sincero y trascendente. Un abrazo