Me mira la ciudad
inmensurable
con ojo de titán
con puentes como
lanzas
con caminos de rutas en
las espalda
con su sombra de
noche, con sus máquinas
impregnando de
anhídrido mis venas
busca tal vez hacerme
más pequeño
impresionablemente
microscópico
cabeza de alfiler
liliputiense
ameba en decadencia
atómico rebelde en
disyuntiva
parásito retórico
minúsculo mórbido
analítico
sujeto en extinción
lenta y pausada
con sonriente amargura
me reprime
me aprieta, me amilana
me tedia la emoción,
me amputa, me disocia
en una rueda sin eje,
en un molino
donde la carne se
mezcla en amasijo
Me mira el orbe frío de
neones
con ojo de medusa
duplicada
con su clonación de
especies en la plaza
con su catedral sin
santos
justo a mí
al poeta diminuto
al poeta chiquito
al mínimo hacedor de
la utopía
al reaccionario del
tiempo
al creyente indeciso
al homo animals
desde una esquina
tétrica y obscura
al borde de un baldío
por entre la cloaca ciudadana
me mira la hediondez
cosmopolita
con su iris robótico y
punzante
con su vista de
asfalto
con su estrujante
euforia
me devora
se ensaña con mi
acento proletario
con mi cerebro loco y
discursivo
con mi corazón enfermo
con mi desatenta
marcha
No puede entender
la gran ciudad de
frías marionetas
que un poema camina en
sus entrañas.
© Anibal Silvero
Un poema, de un - hombre - impecable!!
ResponderEliminarCómo no mirarte la ciudad, si eres un ser intachable!!
Un cariño rosarino!
Un poema que se persibe con olor a ciudad muy prolijo en su decir
ResponderEliminarmaria elena tolosa
Nos dice muy bien tu poema, Aníbal, entre el hastío y la agitación.
ResponderEliminarClaudio Simiz
Afortunadamente...
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