Memoria
de las cosas
Un manto
se descorre en el torbellino lejano de la noche
Desde lo
alto de la ciudad, el firmamento anunciaba el milenio.
Exactamente
desde la torre de la iglesia sonaban sus campanas,
En la
última noche, donde la vida y su milagro eran solo para mí.
En el
goteo sigiloso la ciudad ovilla la realidad que embriaga
hasta ser
voz, eco, sonoridad, música, palabra sin guía en el
sonar de
la lluvia hasta doblarme en mis pies aniñados, respirar
despacito
en una versión más adulta, mientras observo al margen.
Las
palabras, sostienen universos de los hombres, sus cosas,
donde se
guardan las infancias, detrás de una pared pintada
con
pintura vieja, que deja quebradiza la llovizna de la tarde,
donde se
dejó ese brillo, en los vestidos floreados, en lo amado,
en la
familia, en la historia en sombras, destetada hasta ser ellas.
Quiero
tocar las palabras que digo, con mis dedos con grasa,
de mi
piel vívida y repare la amnesia en esta memoria tardía.
Dolerme
en mi muerte, mucho antes que ella me sustraiga entera.
Con mi
razón, mi amor, mi dolor de vida, tanto… hasta ser olvido.
Las
palabras son las únicas arquitectas de la memoria de las cosas.
© Lidia
Cristina Carrizo
Un buen poema, con dos versos finales que lo dicen todo. Un abrazo Lidia.
ResponderEliminarLily Chavez
Lidia: qué bello poema!!
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