DESPREOCUPADA MENTE
Ella corría
como los que andan sin interrogantes:
descalza y desnuda.
No era necesario lo impreciso de la selva ni era
necesario ese barranco.
Por lo tanto,
no eran necesarios los carteles de advertencia ni el
probable encuentro de culebras desorientadas en la búsqueda de un hueco.
No eran necesarias las horas.
No era necesario el mapa.
Ni siquiera el sentido era necesario.
Ella era bloque
y era cintura;
nada oscuro pegado en las manos,
algún balcón en el plano de la tarde,
tal vez unas plumas caídas en la frente.
Corría.
Ella era el salto,
el río sin embalse,
la seda en la tierra y los brotes flojos,
los elásticos lo terso y una esponja empastada de
algo dulce y eso.
Toda la humedad y todo.
Y lo verde.
Ella corría en una cinta caliente y no necesitaba
piernas ni la contusión del músculo ni el susto de una sombra ni vestigios de
arena en las plantas.
Ni saber hacia dónde.
Cualquier lugar.
Un rectángulo.
Y sí, seguro, llevaba los brazos, los brazos
descargados, porque todos los pesos iban suspendidos en la estela, en un aire
cerrado que la perseguía sin gravedad y sin penumbra
Y sí, seguro, los pechos al aire, suaves, a buscar
la lengua, los cuencos.
Ella corría desde el agua.
Subía por la cuesta.
Y a la costa.
Y al reflejo.
Y al regreso.
Una vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez
y otra vez y otra vez y otra vez
Y aunque no fuera evidente (las retinas jamás captan
el hambre de los huesos), adentro, en la velocidad y en la
sordera, contra las ondas y libre de toda paradoja, ella corría con un cúmulo
de glorias enroscado en las venas como si hubiera decretado la sana paranoia de
creer en el derecho, en lo impecable, en el estallido próximo tan cercano tan cercano.
Ella corría hacia la entrada de un túnel y era toda
blanca.
Y apenas, esporádicamente, una luz la delineaba. Una
luz que tal vez fuera la luz de una telaraña tejida en silencio por un
ángel lloroso, envenenado y muerto; la luz de una hebra ínfima, casual, que
rozaba los murmullos y era nada ya pasó ya fue para la boca redondeada por el
ensayo de la voz que grita dicha. Y ella corría y corría y corría por la dicha hacia la dicha hacia
el túnel y a resguardo del pánico.
En cuanto al túnel
ella creía
- en la sana paranoia –
que debía ser exacto, seguro, como un pasaje de
incendios de colores de alboradas y de chispas y soles y costumbres y de risa.
Como siempre: de risa.
Ella corría.
Entonces no eran necesarios ni la órbita ni el
cielo. Ni saber en qué momento el río fue un pulmón que
respiró el aliento y tragó pájaros, ni quién pudo pinchar los ojos de los
bosques, ni dónde guardaron el vapor, ni cómo se clavaron esos dedos secos y
extendidos en la garganta que modulaba, distraídamente, felicidades que por lo visto eran de agua,
todas de agua; ni el zarpazo o el dolor o la carne rota o el aullido que se
hamacaba en una cara espantada de reflejos y atrás, escondida, vieja, sin
dientes, arrugada y pútrida, una especie de pregunta que nunca nadie quiso
contestar porque mejor que no y mejor correr correr correr. Y qué importa y
correr y no es nada y correr y ya pasó y correr. Y ella corría y corría y
corría. Y más rápido y corría y más viento y corría y más sudor y corría y más
promesa y corría y el rectángulo y corría y los pechos y corría y los brazos y corría.
Y una pared
De golpe
Y el choque
seco
Y una muerte
oscura
oscura
La última
© Laura Massolo
ESe "corría y corría" anafóricos nos llevan en su liberación absolutamente lírica, con un ritmo que nos hace movernos al compás de la naturaleza, de los chispazos, de los movimientos espontáneos, de la esperanza, de la risa. Un Eros desatado que choca con esa pared abrupta, ese Thánatos que nos detiene con "un choque seco".
ResponderEliminarDolorosísimo, y aún más al contrastarse con la liberación anterior. Nos llega con mucha fuerza Irene Marks
correr, sensación de escape y libertad, liberarse casi con furia. muy bello. susana zazzetti.
ResponderEliminarMagnífico, Laura, me dejó sin aliento.
ResponderEliminarEste poema tiene la virtud de decir a cada lector alguna cosa, alguna imagen, algún efecto especial. Es difícil encontrar algo tan disperso y compacto a la vez.
ResponderEliminarMuy bien
W.M