Semilla de veintiocho días
Las algas eran viñas
entrelazadas.
Pulsos de colibríes estáticos. Un cielo
submarino.
Escucho un canto de
escamas esmaltadas.
Me deslizo entre
símbolos. Desde un ojo de buey un pirata espía.
Me deslizo hacía un
caldero de cobre verdecido; han escondido en el aguamarinas y una fusta de oro
fino.
Una fusta de siete cuerdas. En sus puntas
descubro escapularios. Un rostro blanco, sutil. Alguien lo busca.
Me deslizo.
Libélulas trasnochadas me rodean.
Allí queda la memoria de mi cuerpo.
Me deslizo entre las
glaucas aguas.
Un silfo canta un aria.
Se eleva altiva, una
herida abierta en los pensamientos del cielo.
Entristezco. Busco el
silencio, lamiéndome, como si fuese una ninfa. Una mariposa marina.
Avanzo.
Relampaguea un pez,
lento, adormecido.
Hay una grieta. Te
busco en los estanques breves del mar.
Me deslizo.
Agua sinuosa. Luz. Aura.
Cueva de ágata
titilante.
Me deslizo. Entre
rizomas tiernos veo al niño.
Juega con caballitos de mar.
Reina azul, murmura.
En la levedad del abismo lo beso: tiene tu rostro.
Me despierto guardada
en un abrazo ardiente.
La luna sugiere
sangre entre mis piernas.
El mar me lava.
Frío.
Sufriente, arrastra la semilla.
Huella de veintiocho
días.
© Silvia Loustau
sIGNOS Y SÍMBOLOS QUE VIENEN DEL SUEÑO Y SE HACEN REALIDAD AL DESPERTAR ¿QUIÉN SABE?
ResponderEliminar¡Muy bellas las imágenes!
Imágenes y atmósfera de sueño dan a este poema un toque muy original. Me gusta.
ResponderEliminarClaudio Simiz
La forma preciocista le va bien ese final
ResponderEliminarCon repepto y consideración
Walter