Poema de Jennie Escobar Montes
La voz de mi infancia.
Mi infancia me llama
con la voz de mi madre
amasando el pan sumiso
del silencio,
mientras mi padre
funde su rigor de hierro
en la fragua intransigente;
para darle forma al machete
de sus reglas.
Días sin definir
asfixiados
entre paredes que se cierran.
Mi muñeca recién nacida
fue descuartizada
por la mano de los celos.
La enterré bajo la higuera
de sombra áspera
en una ceremonia concurrida
por hormigas enlutadas
y amigos imaginarios de las gaviotas.
Lo único que le dejé
fueron unas palabras mal redactadas
en el aire
y unas lágrmas grises
recién cosechadas.
3 comentarios:
Un antiguo dolor, transfigurado en tristeza, sin violencia, pero imposible olvidar, y ofrecerlo como abriendo el corazón. Todo el poema cautiva, pero la ceremonia funeraria con el aire como lápida y
"lágrimas grises" como flores, es de una belleza poética incomparable
Gracias por darlo a luz
Ignacio
hermosas metáforas
lo disfruté
desde graciela abrazo
El dolor evocado puede abrir caminos a la belleza o a la sabiduría, la poesía es un poco eso... Buen poema, amiga.
Claudio Simiz
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