hundirme dócil en la vida
diaria
al fin y al cabo es vida
conocida.
No porque más allá del
umbral
no encuentre el mar azul
sino mareas de herrumbre
o porque no quiera abandonar
mi depósito de libros
este mundo de objetos
entrañables
crecidos entre mis papeles y
yo:
fotografías, cajitas de
hojalata:
esa de pastillas
“Violet” de Flavigny
o la de té:
“Alice ’s adventures in wonderland”, según
Tenniel
en las caras laterales;
o la caja de cartón
acanalado donde guardo pétalos
y hojas de roble y otros
árboles
que enrojecen los otoños.
Por ninguno de esos motivos
es que no me ausento de mi
casa
ni siquiera
por las páginas que leo:
Celan y Chéjov
poemas y cuentos:
“Vania”, por ejemplo.
No por tan antiguo vasallaje
sostengo mi domesticidad,
no salgo por otra razón:
afuera está oscuro
garúa, hace frío.
© MARTA ORTIZ
inesperado y fantástico final. susana zazzetti.
ResponderEliminarLa casa es el refugio, me gustó mucho leerte, saludos.
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ResponderEliminarMartha, que hermoso tu poema, dibuja con sensibilidad la importancia de ese refugio que es la casa. Mas calida y segura que la calle.
Un abrazo
Carmen Amato
Hola Marta: creás un clima, con esas cajitas, esos nombres, que nos llena de calidez, y esa negativa repetida, es sin embargo la sonrisa de la Gioconda, porque ¿quién no se siente seducido por esa cajita con hojas de roble que nombrás?El contraste final da aún más lumbre y fuerza a la primera parte, con su mundo acogedor que parece abrazarnos. Un poema que refleja mucho amor en las pequeñas cosas que se agigantan en la ternura de la palabra. Con cariño Irene Marks
ResponderEliminarQuerida Marta, cuando te escuché leer este poema,hace un par de años en un Encuentro, me encantó, ahora que lo leo me vuelve a gustar,es un gran trabajo!!! Besos, María Chapp
ResponderEliminarBelleza profundidad y emoción ...leerte un placer Gracias
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