La muerte de las flores
Unas flores inválidas
y azules se desvisten en el florero
con suaves movimientos de arabesque abandonan sus cabezas
bajo la cadenza de alguna brisa que entra sutil por la
ventana
Entonces ellas, las ahora marchitas, abandonan sus pétalos
uno a
uno.
Como en La muerte del cisne,
las flores entraron en escena sólo para ofrecernos la magia
de su muerte.
Ellas, las que conocieron la libertad del viento y la fresca
aventura de
la lluvia,
las que durmieron palpitando bajo un techo de estrellas,
pequeñas pávlovas de florero
(“todo su cuello
sacudirá esta blanca agonía” dirá Mallarmé
en el poema)
Ellas inician su último gesto de abandono,
se inclinan
y dejan sus pétalos sobre la mesa.
© María Amelia Diaz
Hola María Amelia: la delicadeza de esos pétalos que caen sobre la mesa, su suave movimiento, nos hablan de esas "flores inválidas y azules" que sensibilizan la vida para quien sabe mirar, como en tu caso,Masría Amelia, dándole su dimensión real a lo pequeño e infinitamente importante que en esta sociedad se deja de lado. Excelente Irene Marks
ResponderEliminarToda flor ha de morir pues es su ciclo, sinembargo cuando muere en un florero nosotros somos los responsables Hermoso poema delicado como esa blanca agonía que lo sustenta
ResponderEliminarvida-flor-muerte oolor-forma
ResponderEliminarun todo que se encarama sobre la mirada, tránsito que el poema logra
Michou Pourtalé
Me gustó muchísimo la cadencia de este hermoso poema.
ResponderEliminarMe gustó. Contemplativo y bello.
ResponderEliminarAbrazo
Alicia Perrig