Páginas

3/7/12

Poema de Ricardo Juan Benítez


Del siglo pasado

Esta mañana caí en la cuenta
que soy del siglo pasado.
Tiempos de maldad inocente
hurtando los frutos vecinos.
Unas pocas posesiones:
un yoyo, bolitas de colores

y la gomera del Capitán Piluso.

El Cielo se alcanzaba
lanzando un guijarro,
con un poco de puntería
y algo más de suerte
en apenas tres saltos.
Mañanas invernales
de pantalón corto
media tres cuartos,
maletín de cuero,
regla, escuadra
............... y transportador.
Para alzar vuelo
papel maché y caña
hilo y una cola de colores
¡Aflójele que colea!
¡Qué va! ¡Déjelo que vuele alto!

total...

los sueños no sufren de vértigo.


© Ricardo Juan Benítez
Pintura: Edgar Arias

10 comentarios:

  1. El cielo se alcanzaba lanzando un guijarro...qué buen poema, y todo lo que me trajo, darme cuenta yo también y deslizarme por el poema con el tiempo a cuestas. Un abrazo amigo

    Lily Chavez

    ResponderEliminar
  2. Me llevó como cuatri... cincuenti... hasta ayer nomás!

    Besosssss

    ResponderEliminar
  3. Tantos recuerdos y todo lo que se podía hacer

    sin sufrir vértigo
    Olé/me encantó
    desde graciela abrazo

    ResponderEliminar
  4. Hermoso, querido Ricardo, un abrazo, María Chapp (ex coleccionista de figuritas de brillantes!!!)

    ResponderEliminar
  5. Recuerdos y vivencias, despertar del inconsciente que a veces pide a gritos volver a ese pasado perdido. Me gustó muchísimo, felicitaciones y beso de Alicora.

    ResponderEliminar
  6. Que bello poema , cuánto se puede lograr con los recuerdos de la infancia siempre presente a cada paso

    maria elena tolosa

    ResponderEliminar
  7. Que bello poema , cuánto se puede lograr con los recuerdos de la infancia siempre presente a cada paso

    maria elena tolosa

    ResponderEliminar
  8. QUE BUENO!!! ABRAZO RICARDO. CARLOS CARBONE

    ResponderEliminar
  9. David A. Sorbille dijo...
    Un gran poema, Ricardo. Un abrazo

    ResponderEliminar
  10. Ricardo:
    ¡Hermoso! Traje mis arroyos, esos que salté en la infancia por las lomas de la “Azulita” y el mordisco de un perro, por unas mandarinas del árbol ajeno.

    ResponderEliminar