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2/3/12
Poema de Marta Zabaleta
Juguemos a jugar que todas somos Madres.
Dedicado a la Memoria de mi ex-alumna de la Escuela de Economía de la Universidad de Concepción,
Muriel Dockendorff, desaparecida en Chile en 1974, a los 24 años
Nací persona. Fui hija única.
Como víbora que se atraganta con su cola, me hice mujer.
Melpómene. Como decía mi padre de mi madre
devine en diosa de todas las tragedias.
‘Eres una mujer hermosa’. Lo siento, Capitán - nos hemos conocido
un poco tarde. Erguido, bigotudo, pintoso, armado, como mi padre.
Soy la Libertad, os lo repito.
Una bandera. Soy senos. Fui marsellesa.
Y soy quimera. Un hecho y mil palabras. Aturdida, histérica, un ser cambiante.
Hundidos ya los dientes a patadas, soplando al viento los quijares,
bebida ya la sangre coagulada, rodeada de fieras amaestradas, con su orina,
su semen, su ignorancia, sus cigarros...
La vagina que muerdes, perro-man que penetras
como un buitre, como la de tu madre. Y la violas
como si fuéramos tu hermana. Asesino. ¿No sabes que tú también
eres parte del pueblo, soldado, camarada?
Un número y violada. Duerme. No llores, no te mates. Mira volar las golondrinas
rojo y blanco, y en el campo, recuerda, serás siempre aquel rumor reverberante,
En el lecho, colina sin bastiones. Tu juventud nos daba la esperanza.
No la llores, madre. Ella es estrella.
Muriel: en el despeñadero mapuche pusiste tu fusil en alto, llamarada.
Alumna, hija, tía, hermana, amiga, novia, esposa, compañera.
Amenazada entregada golpeada sucumbida calumniada, Muriel
fue acribillada.
Regaron los servicios con tu sangre, te entramparon, desnudaron, enlazaron,
violaron cinco, diez, quince, veinte, cien veces muerta, asesinos
todos hombres, todos blancos, vomitabas
y aun profanada, no delatabas, no llorabas, nada nos cambiaba.
Gritaba el golpeador, el gran dios de los genuinos zánganos,
de los colegas sin sustancia, de los desarropados con miedo,
el dueño feroz de esa luz incesante
con que trataron de desnudarte el alma.
No la fusiles, no nos golpees, ya basta, mataron tu inocencia,
deja que alguien escupa a quien te mate; el amante te abraza,
los padres te suplican, el centinela tiembla, y cuenta:
uno, dos, tres
y vuelas: eres otra vez una paloma rojinegra vestida de mil soles.
No la embarace, no la roce, no la hiera, mejor mátela, Coronel,
y la embaraza, la roza, la hiere, es una niña,
gime, sangra, se abomina, y la hiena la mata...
Subiremos otra vez las escaleras
adonde el sol calienta y la primavera va desnuda,
porque crecen las sierras y los volcanes rugen,
hablaremos de los partos, juntaremos todas las manos jugando
a que todas somos Madres.
Porque naciste hembra y moriste persona.
© Marta Zabaleta Hinrichsen
Muchísimas gracias, Gustavo, por publicarme este peoma. Me gustó mucho la foto que elegiste, oues vuelve su men saje más universal.
ResponderEliminarUn saludo fraterno, desde el exilio Chile y Argentina,
Prasente
Marta
aplaudo tu fuerza para escribir tan doloroso poema y mi promesa de llevar en mi memoria a Muriel. susana zazzetti.
ResponderEliminarMuchas gracias, Susana.
ResponderEliminarEn efecto, luego de casi 30 años de no haber pensado en enhebrar dos ideas poética, aun trapada en los dramas del pasado, una colega y poeta muy apreciada por mí, me pidió que participara en una colección de poesía destinada a denunciar la violencia contra las mujeres. No pude negarme, y esto fue lo que vino a mi recuerdo. Creo que es un deber ético y un privilegio cultural de nosotras, las víctimas directas de las dic taduras, fecundar la historia con nuestros testimonios y, a veces,como hoy, respirar hondo y sonreir, al saberlos anclados en la mente de personas de tu valer, ternura y gracia estética.
Un fuerte, muy fuerte y fraternal abrazo, Marta
(desde el exilio en Londres, en una tarde con ratitos de sol)
Marta
ResponderEliminarimposible leer tu poema sin sentir un nudo en la garganta, pero el valor de nombrar las cosas por su nombre hace del poeta un soldado de la justicia. Un abrazo. Eduardo Chaves
Bravo
ResponderEliminarPoema valiente y profundo
quedé anudada
desde graciela abrazo
Hola Marta: un poema-alegato, un grito de libertad y un canto sobre las desdichas de la mujer, que sufre doblemente por su condicion. Imágenes estremecedoras, dolor eterno. Con cariño Irene Marks
ResponderEliminarAsí como lo dices, Eduardo.
ResponderEliminarMe he pasado casi todo la vida siendo una soldarera de la revolucion
Y a veces, lo pagamos caro...
O muy caro, como Muriel.
Abrazos,contigo
Marta
Te retribuyo el abrazo y la comprensión, Graciela.
ResponderEliminarMarta
Valioso poema homenaje a esa mujer luchadora y realmente indomable, en esa tragedia chilena, en todas las tragedias.
ResponderEliminarUn poema testimonio, con un lenguaje descarnado, sin vericuetos, muy conmovedor.
ResponderEliminarun abrazo
Elisa Dejistani
Con el lenguaje realista de esas experiencias que nos marcan la vida. Gracias por tu compañía, Elisa.Un fuerte abrazo,
ResponderEliminarMarta
Recordar es saber que no se fueron de nosotros. Un poema que llega muy intimamente.
ResponderEliminarbesos
Elisabet
Así es, Elizabeth.
ResponderEliminarTe agradezco mucho que hayas llegado hasta aquí, aportando tu calor humano.
Un fuerte abrazo desde el frío nocturno de Londres.
Marta
Marta, sabés que leer este poema y recordar tantos otros compañeros es una sola cosa. Pero lo decis con tanta fuerza, tu fuerza roja y negra , como las golodrinas que seguirán volando.Un enorme abrazo,
ResponderEliminarSilvia Loustau
De nuestra unión nació la fuerza, Silvia, y ese lazo
ResponderEliminarrojo y negro que nos dió muerte y vida para siemrpe; esas vidas resguardadas para siempre en cada una de nuestras entrañas, hasta alumbrar la llegada de la esperanza, no es cierto? Gracias, compañera, gracias!
Marta