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12/2/12
Poema de Darío Paiva
Consagración de la mañana.
Éste mundo es una escuela
que enseña dolor,
dolor de pies,
dolor de espíritu.
Debería ser menos humo,
consagrarme al fuego que me consume.
Tomemos las armas
que alivien el llanto./
Seamos audaces,
místicos,
hermosos,
debemos partir hacia
la mañana del alma.
© Darío Paiva
Bienvenido Darío a este sitio que pretende difundir a poetas contemporáneos, mes a mes serás publicado. Un abrazote Gus.
ResponderEliminarMuy bueno tu poema, Darío.
ResponderEliminarSiempre habrá menos dolor en el mundo mientras haya poesía.
Felicitaciones y un gran abrazo de bienvenida
María Rosa León
BIENVENIDO DARÍO Y GRACIAS POR EL APORTE
ResponderEliminarEl alma y la poesía tienen las armas adecuadas para combatir el dolor, para realizar las quimeras... gracias por tu palabra.
ResponderEliminarBienvenido Darío a la Casa de Gus!!Me gustó tu poema, sobre todo los versos finales, señalan el camino hacia lo inefable, en este mundo-escuela profundizar el conocimiento del Sí Mismo, el anhelo del alma, un abrazo, María Chapp
ResponderEliminarY a pesar de todo, seguimos tratando de regalar algo de belleza que calme tanto dolor.
ResponderEliminarUn abrazo,
Alicia Márquez
¡Bienvenido poeta! Un lujo leerte. Aprovechemos y disfrutemos las cosas bellas. Mejoremos otras cosas en este mundo, cambiemos el mundo. Siempre podremos.
ResponderEliminarExcelente mirada y esperanzado cierre. Confío en un mañana.
saludo grande Darío
Cristian Gentile
Y este mundo también es ese mañana a donde partiremos.
ResponderEliminarAbrazos
David Rosales
Lo importante es que todo cambia y la película no es siempre la misma.
ResponderEliminarAntes era en blanco y negro, ahora en colores.
Besos
Qué belleza, Darío!
ResponderEliminarY qué dolor, siempre...
Bienvenido, Darío!.
ResponderEliminarHermosa poesía la que compartís con nosotros!.
Coincido con tu decir: deberíamos consagrarnos al fuego de la audacia, del misticismo, de la belleza, de la potencia transformadora que nos habita a partir del inevitable dolor de vivir, para cuidar profundamente el alma. Deberíamos ser así de ambiciosos!.
Un abrazo
Amalia Zacoutegui