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25/1/12
Prosa de Ana Guillot
Sólo el desgarro de la manga. No lo hubiera notado si no. Si no fuera por esa pequeña hilacha que se abre en el borde, un ruedo exiguo que delata (que siempre delatará) el tropezón.
El hombre que está en el lecho, al lado de Casandra, no lo ha visto aún. Se complica cuando de mirar se trata. Y aún más si los desgarros fuesen muy pequeños o estuvieran escondidos, inertes. A veces no se perciben casi. Pero inician la brecha por la cual la tela se abrirá.
Dije que nadie dio pie a ningún comentario. Dije que el silencio fue fatal, leal, ponderativo. Pero él algo sintió, lo sabemos. De lo contrario no hubiera mirado a Casandra con esa ausencia en los ojos.
No hubiera repetido: -Si tuviéramos, si tuviéramos un hijo-. No hubiera buscado la mano infantil de la cordera para buscar el íntimo camino hacia su sexo. Para buscar la concreción más allá de la cópula.
El tropiezo había sido leve, pero quedó en el centro de su vacilación, abriendo las esclusas de los miedos.
Como si se pudiera. Olvidar a la muerte tan así. Tan higiénicamente, tan constante.
Ella no sabe. Ella hubiera querido un hijo con Eneas, una historia diurna, magnífica. Besos en mitad del mercado (temblor y tenderetes) como peces que se alimentan en su propia sal. ¿Pero ahora? Él no es el hombre deseado (ése es Eneas). Sin embargo, algo hay entre ellos. Algo que cuesta dirimir, desentrañar.
Hace días que se miran diferente. Hace días que ella no se corre cuando él sube al lecho. Hace días que él duerme (o que hace que duerme) abrazado al cuerpo de la joven. ¿Y entonces? Habrá cierta ternura. Una sinuosa ruta en donde ambos depongan el mandato, las reyecías, el dominio y los juegos de poder. En donde ambos amparen el perdón.
Habrá una licuación de los fervores. Es posible que llore la cordera. ¿Y si llorara él?
-Si tuviéramos un hijo- dijo, acaba de decir Agamenón.
Y ella sonríe. Es una hembra abierta, caliente, esponjosa.
© Ana Guillot
Foto: Gustavo Tisocco
El pequeño desgarro muestra la hilacha que ha comenzado a destejer el destino de heroes y no tanto.Buenísimo trabajo literario Ana , te confieso que lo he leído y releído y aún no estoy desconcertada
ResponderEliminarQuerida Ana
ResponderEliminarComo siempre con tu talento para describir dentro de un poema una situación profunda, desgarradora que siempre confluye en una posible solución o no? eso no importa sino la belleza con que lo escribes
Un beso enorme
graciela Licciardi
Me encantó esta prosa poética acerca del mito de los atridas. Una maravilla, gracias.
ResponderEliminarJorge Luis Estrella