
Desde el invierno, veo la muerte. La presiento.
Doliente muerte de textura de felpa
en un invierno.
Y en otro, interminable cubo de madera.
Alargado cubo de madera.
Alargado como los hombres. En cruz
como el pájaro circulando.
Empecinada y sostenida y clavada
en los cielos de Felipe.
Doliente y escondida detrás de un poema de Vallejo
sostenida es la muerte en una estación sin alondras
una estación donde duele demasiado el silencio
a punto de eternidad.
Nunca diré que despiadadamente
la muerte
acaba de nacer en la palabra
en el espacio vacío
a contratiempo
entre el gozo de la voz y la letra
porque duelen llamas en los ojos quedos
a la hora del tumulto.
© Lidia Vinciguerra
Foto: Gustavo Tisocco
Buenísimo, poética y filosóficamente hablando.
ResponderEliminarMarta
Lidia, beunísimo poema. El remate me pareció todo el poema, es perfecto y conmovedor.
ResponderEliminarUn abrazo. Sonia Del Papa Ferraro.-
Querida Lidia:
ResponderEliminarEstaciones donde duele demasiado el silencio, pero al borde del verde que no tiene fin,del encuentro consigo mismo, con el Creador y con los que ya partieron. ¿Será Paraíso . . .
comienzo de eternidad. Hermoso poema, abrazo de Moni Vega
David Antonio Sorbille dijo...
ResponderEliminarEstimada Lidia: tu poema es muy conmovedor. Te felicito.
Hermosa poesía!.Me llega su modo de hablar de diversas muertes, la contundente y visible, por un lado, la que deja un "interminable cubo de madera" en el alma y la que surge en ese "entre el gozo de la voz y la letra", la muerte que convive con la escritura.Algo muere de la letra, en cierto sentido, cuando la letra llega a la luz. Para seguir leyéndola.
ResponderEliminarUn abrazo!
Amalia Zacoutegui