Poema de Alicia Cora Fernández

DIVAGUE

Saber que el corazón es el único que nos dice la verdad absoluta.

Que a veces la ceguera deja ver más allá de lo posible
y nos cachetea hasta que nos damos cuenta
de que lo que está a la vista puede ser una mentira.

Que las miradas marcadas en el espejo no las borra la ausencia.

Que el ojo de una cerradura, a veces puede aclarar las dudas,
pero nos oscurece el alma con la culpa.

Vivir en una noche de luna fría y lejana
con los gatos en sus madrigueras, en la locura de buscarte.

Descifrar el leve idioma del otoño, que me dice al oído
que sus hojas están a mi disposición,
para que crujan con mi soledad.

Sentir que la lluvia me alcanza en una taza de té,
los recuerdos que creía sepultados para siempre.

Toda mi noche se derrama sobre el mantel,
lo mancha con pintura indeleble
y dibuja la sombra de un grillo que está agonizando.

Hoy, el alcohol toma por asalto mi cerebro
y las ideas se transforman en caballos desbocados.

En la espera de tu amor, perdí el corazón
y me convertí en una estatua con ojos sin vida
empapados en invisibles lágrimas de fuego.

La lluvia no me moja y trae escondidos en cada gota
los recuerdos teñidos de melancolía que humedecen mi alma.

Persisto en trenzar las horas que nos separan.
Puedo creer lo increíble, tocar lo intangible, acceder a lo inaccesible,
pero lo que no puedo es dejar atrás aquello que alguna vez supe
que irremediablemente era inolvidable.

© ALICIA CORA FERNÁNDEZ