Final
La memoria del viejo
odia la novedad. Busca ceñirse
a actos nimios, repetidos.
¿De qué nos vale emprender viajes,
tiempos ociosos en aeropuertos
o en andenes, el regateo agotador
con traficantes de recuerdos?
Así, aramos breves surcos
que van del patio a la cocina,
del dormitorio al baño,
arrastramos los pies,
agotamos el aire
¿y qué haríamos si se rompiera
uno de los platos hondos?
Es la noche y la plegaria vuelve.
Echados en la cama,
unimos nuestras manos e imploramos:
Mundo, no te muevas.
© Gerardo Lewin

Precioso
ResponderEliminarGérard Lewin
Poemazo! Saludo desde Córdoba
ResponderEliminarUn poema que llega al destemplado cotrazón de nuestras noches en otoño. Muchas gracias por compartirlo. Saludos desde San Luis.
ResponderEliminarDarío Oliva
Muy hondo, Gerardo! Felicitaciones!
ResponderEliminarUf.. inmenso poema.
ResponderEliminarSi
ResponderEliminarVersos muy profundos. Emocionan. Cristina Noguera
ResponderEliminarProfundo, triste y tan real que duele . Bea Belfiore
ResponderEliminarTambién hay otra visión.
ResponderEliminarTremendo y doloroso poema, Gerardo. El mundo, los pasos, el plato roto, todo se mueve pese a los ruegos desesperados.
ResponderEliminarUn abrazo,
Alicia Márquez