PITADAS
¿Con qué decencia dejo caer la birome,
carcomida por el humo del insomnio,
hasta el acordonado precipicio de las zapatillas?
¿con qué humor dejo que el frío
cuele sus ojos por la ventana
y haga de mi piel papel de lija,
mientras intento el poema
que me excuse del día y me permita
defenderlo de su rutina
bosquejada en las cenizas?
El tiempo fuma esta persistencia,
y me aleja del desolado corazón
de las camisas. No hurga el despertador
en mis entrañas. Ya no perfuma la mañana
el aerosol de propaganda, ni el café se me va
de la boca hasta las venas.
Ni en la oficina preguntan
por expedientes que despaché
mientras dormía.
En absoluto cambió mi vida:
ocupo las horas en mentirme
con palabras prestadas,
tomo otra vez la lapicera
y la hundo con frenesí
en el empedrado sombrío de este poema
para no ser otro desempleado número
que busca ubicación en los clasificados
de un diario pesimista y aturdido como todos.
Dejo de creer en Dios
y apago el velador de la pieza.
En la mesita de luz
soy otro cigarrillo que se quema.
© Darío Oliva
Darío, sorprende el final!!! Me gustó. Cristina Noguera
ResponderEliminarInteresante y apropiado a los tiempos, Darío. Abrazo G. Escobar
ResponderEliminarBravo Darío!
ResponderEliminarEl tiempo nos fuma en esas persistencias y evanescencias...
Saludo desde Córdoba
Muy bueno. Gracias por compartirlo. Graciela Barbero
ResponderEliminaruf, ese final. Abrazo, Darío.
ResponderEliminarclaudia
¡Qué final! Precioso poema, querido Darío.
ResponderEliminarGraciela Brizuela
Excelente!
ResponderEliminarAbrazo de letras, Darío!
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