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10/5/25

Texto de Celina Feuerstein

 


Una vez viajamos a Mendoza. ¿O no era él?

Si me confundo es solo porque a veces pienso que el amor no tiene caras precisas. Ni brazos o piernas definidas. Solo un calor difuso, la sangre que parece a punto de romper venas y arterias.

Pero Mendoza fue bella y alocada entre nieve, tierra seca y vino tinto. Aquel lugar pudo alcanzar la altura del amor. Arriba, altísimo, mirándonos en un cielo mitad nube mitad azul.

Una respiración caliente y agitada y la aridez y el viento zonda. Cuerpos envolviéndose, desenvolviéndose, desarmándose. Desesperados y leves, los cuerpos.

En esas tierras mendocinas se fundió el frío con el calor con el vino con el sexo. Una luz hecha de piel y pelos y ojos. Era dulce aquella luz, aunque las luces no tengan sabor. De miel, era.

Empalagosa hasta dejarnos atrapados en su materia voraz.

 

© Celina Feuerstein

4 comentarios:

  1. Mabel Sierra Karst11 de mayo de 2025, 4:11

    Bello poema, sensual y alado a la vez...

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  2. Geografía de un amor. Hermoso poema. Bea Belfiore

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