Pasan
paraguas, horas, pensamientos.
Los miro
pasar, ajenamente.
¿Pan
árabe?, pregunta voz de mozo
también
ajenamente.
No estoy
aquí
ni tampoco
allá afuera ni en el tiempo.
Soy un
reloj de arena sin cintura
y también sin arena.
Los
párpados me pesan como anclas.
Los dedos
se estrangulan con el hilo de tinta.
Nada de
nada. Ni frío ni calor.
Diría un
chistoso: cero grado.
Cero grado,
sí, cero yo, cero toda.
El cuaderno
me arroja sus renglones,
me hace
acupuntura des-blo-queadora de poesía.
Pero se
choca con los huesos
que hoy
llevo a la intemperie,
Miro, no
miro, dejo ser.
No sé quién
está escribiendo esto.
© Bibi Albert
Bibi, he sentido alguna vez esa misma ajenidad, me ha abrumado la misma pregunta borgeana: ¿quién escribe esto? Me encantó ese desfile de elementos cotidianos, que deberían ser familiares, y sin embargo, a veces... Gracias por este poema.
ResponderEliminarConmovida con tu poema, ese sentir que nos aprisiona tantas veces.
ResponderEliminarAbrazo
Elisabet
Esto wur compsrtimos y Bos ll hacés poema.
ResponderEliminarFlora levi
ResponderEliminarEl poema nos escribe.
O alguien,
o no sé.
Pero cuando lo sentimos tan pleno,
nos preguntamos exactamente eso.
Un abrazo,
Alicia Márquez
Me encantó lo del "reloj de arena sin cintura y sin arena".
ResponderEliminarAy, Bibi... siempre me conmueve tu poesía. Aplausos!
ResponderEliminarSiempre me conmueven los poetas que escriben con alto vuelo a partir de lo cotidiano y que filosofan poéticamente sobre la existencia humana. Excelente
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