Poema de María Laura Coppié
Pascua de
resurrección
Domingo y
yo
en estado
de alerta poético
exacerbado
por los pies en carne viva
y la mirada
salada.
Misa de
once:
el Padre
Facundo, arreglándose bien
con los
enormes zapatos que tuvo que llenar,
sonaba a
poesía.
Hablaba de
resurrección, claro.
Para
celebrar dignamente estos sagrados misterios
reconozcamos
nuestros pecados, pedia.
Obediente,
cabeza baja,
me hacía
cargo.
Hasta del
inmenso silencio.
El mensaje
tenía clara destinataria:
todo puede
revivir
-incluso lo
que creemos más muerto-
si es que
en vida fue amor.
Amor del
bueno, decía,
con su
frente lustrosa y sus ojos inexpertos.
No cierren
del todo la puerta,
al amor se
le deja una hendija,
hendija de
esperanza latiendo.
Y qué
certeza me iba armando
entre sus
pausas y mis comas.
Clarísimo,
tan mío, tan puro.
Siguió imponiendo sus manos
y en su
canto decía que nosotros mismos
fuéramos
milagreros, capaces de toda magia.
Incienso y
agua bendita.
No nos
dejes caer en la tentación,
rezamos
todos, cada uno pensando en su debilidad de mañana.
Yo no soy
digno de que entres en mi casa,
pero una
palabra tuya bastará para sanarme.
Lo dije de
memoria y no supe a quién.
Si a este
dios mendicante
o a mi él y
a su espalda que frena aludes.
Podéis ir
en paz, sugería el Padre Facundo,
mirándome
sin ver y sin decir adónde.
© María Laura Coppié
9 comentarios:
íntegro, lo que nos pasa a menudo. me encantó. susana zazzetti
Me dejaste muy reflexiva...
Espalda que frena aludes...
Muy bueno!
Me identifico... bien logrado!
Abrazo!
Querríamos saber dónde, sí, querima Malala!!
Besosss
Mías son tus dudas, para nada soy el camino, menos puedo sugerir dónde ir. Te digo, hermoso poema.
Muy bueno!
Poemazo!!!! Gracias Malala. Andrea.
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