No está hecha la miel para la boca del asno
Dicen que a lo largo de la vida
vemos alrededor de veinticuatro millones de imágenes
pero a ella sólo se le aparece una:
entre sus pies la foto de un árbol plateado
-esa tarde de pasto y jalea de malbec-,
un dominante árbol amparándolos desde arriba,
sus brazos retorciéndose en el viento
(no está segura del viento, pero suma pena al recuerdo).
Los últimos pájaros del día esperaban oscuros, inquietos.
Con la misma postal llega el olor de los paseos para
víveres,
de las duras calles de tierra que quizás aún conservan
aquel paso burlón y su risa en el aire.
Esa tarde ella conoció la sensación de pérdida.
Era como si se hubiera ido y los dos estuvieran ya solos,
ella caminaba sola, sola leía, quizás con frío
porque después de él tendría frío.
Hablaría sola,
sola se le haría tarde, estaría cansada y sola
haciendo buenos planes para cuando se diera cuenta
de lo sola que se había quedado.
Ella, que sola sigue buscando refugios sin ventanas,
sola cumple el ritual previo a él,
dobla con meticulosa adicción los encajes sin estrenar
y responde mensajes que nunca nadie llegará a leer.
Cierra fuerte los puños ella, para que la caricia no se
dispare.
Sola del todo ahora, se consuela entre las promesas
afónicas.
Y renuncia por fin al rayo que logró encontrarlos.
© María Laura Coppié
Cuánto aire a darse cuenta. A saber de antemano que no era quien debía ser acariciado.
ResponderEliminarGracias, mi bella, siempre sabiendo.
EliminarUna poética intensa donde lo reflexivo y lo simbólico se entrecruzan.Se dice lo inapresable vivido.Me gusta mucho ese lenguaje secreto que entrega y se encripta.Edda Sartori
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ResponderEliminarPoema absolutamente maravilloso en su total profundidad y tremenda decepción.
Un abrazo,
Alicia Márquez
Ay Dios! Bello y tristisimo poema. Imágenes fuertes intensas nos atrapan y nos dejan la extraña sensación de haberlo vivido...
ResponderEliminarPrecioso poema, Malala. Muy bueno el ritmo que le dan las repeticiones. Abrazo!
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