CARTONERAS DE ARENA
No tenemos casa
pero juntamos piedras y conchillas,
inevitablemente.
Una porque el yodo la bordó,
otra porque es igual a la de Compostela,
ésa porque la sal la pulió hasta ser de seda,
aquella por su color crepúsculo.
No tenemos dónde, pero sí con qué,
y el con qué es el instinto
de anclar el viento,
aunque sea de a pequeños
engarces nacarados.
Alguna vez
escribí que no me daba cuenta
de que sí tenía casa, de tanto juntar piedras,
y que sólo me faltaba armarla,
como a un rasti que industrializa Dios.
El poema era largo,
lo recuerdo profuso y trascendente,
pero se me perdió entre cuadernos sucumbidos
en quién sabe qué caja
de ésas en que muero de a pedazos, de a lotes.
E intentar reconstruirlo
me parece traicionarlo.
Alguien lo encontrará, lo juntará con éste,
dirá que me repito.
Y es verdad, me repito.
Porque no tenemos casa
pero insistimos en juntar las piedras, siempre, siempre.
Las mismas piedras de la misma playa
de las mismas nosotras y el mismo no tener.
Cirujas soberanas de este reino
del que nadie nos echa y sin embargo
volvemos derrotadas a aquella realidad que sí nos echa,
tal vez porque se asusta
de tantas piedras
que llevamos en las manos.
© Bibi Albert
ResponderEliminarAy! ¡Qué tremendamente bello que es este poema que te lo escuché decir en un café literario! ¡Qué tremendo!
Beso grande,
Alicia Márquez
Bibi me siento esa soberana de ese reina de los sin casa...aunque viva bajo un techo
ResponderEliminarGraciela Licciardi
Siempre es un placer leerte, Bibí. Abrazo a la distancia.
ResponderEliminarProfundamente cierto, muy bien esructurado y desarrollodo, BRILLANTE.
ResponderEliminarqué hermosa metáfora de la vida !!!!
ResponderEliminargracias
hermosa ciruja! hay que seguir juntando los sueños de a puñaditos.
ResponderEliminarUn abrazo
claudia tejeda
Conmovedor. Yo tambièn junto piedras para anclar el viento.
ResponderEliminarY ni decir que donde vaya vuelvo con piedras de a montones, tal vez edifique "mi casa" con ellas.
ResponderEliminar!genia!
Besosss
hermoso Bibi,"jubtando los sueños de a puñaditos"
ResponderEliminarflora
ResponderEliminarLa casa como símbolo de la presencia de la mujer en el mundo, aún de aquella a las que solo les queda juntas pedruscos, moldearlos, hacerlos a su gusto, en su necesidad de anclar en su viaje constante,
Gracias
Walter Mondragón