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20/5/15

Poema de Claudio Simiz

  
 “Callé mi amargura y tuve piedad”
                                                 Alfredo Le Pera

El vasto acontecer
      difumina
                   desgasta
el perfil impetuoso de los seres
el lento discurrir
                           resquebraja
              desgarra
más allá de lo asible
                   lo visible
la robusta impostura de las cosas.


Hay un derrumbe íntimo
            feroz
en cada instante
                          acaso
la ración
la reverencia
            que reclama la nada
el inaudito precio del silencio.



© Claudio Simiz

7 comentarios:

  1. el inaudito precio del silencio...
    Amigo, grande poeta, lujo conocerte!!

    Besossssss

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  2. Claudio:
    Como siempre es un placer leer tus poemas. En este caso, veo un poema con una cadencia hermosa, juegos de palabras, imágenes muy bellas como " hay un derrumbe íntimo/feroz/ en cada instante" y "el inaudito precio del silencio". Ese silencio que nos lleva a descubrir muchas cosas. Saludos

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  3. El silencio es mudo y tan constructivo!!
    Un abrazo

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  4. como si el acontener se desplazara implacable ( y así es) sobre esta estructura simbólica de vida, pero que es realidad pura en cada verso cuyo final es de una genialidad que aplaudo por su categórica verdad. susana zazzetti.

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  5. En este poema leo una preocupación expresiva en su forma cuidadosamente dosificada, en su ritmo cortante. Está lleno de sonoridades y asertos que nos obligan a su lectura rigurosamente poética. Asistimos al
    desencanto que en realidad es un canto, a la frustración ante lo que nada comunica, una vez desentrañado, es un buen poema Simiz,
    nos recuerda que en últimas el silencio es vulnerable cuando la palabra lo enfrenta de verdad.

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  6. Bellísimo poema, Claudio, que es también una reflexión filosófica!Lo que se difumina y pierde consistencia,el tiempo con su talla incansable develando las imposturas, esas microfracturas constantes de uno mismo que nos vuelven escrituras y esa "nada" que estuvo antes de nuestra vida y estará después con su aroma de eternidad. Nuestra fugacidad.
    Bellísimo!

    Amalia Zacoutegui

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