subte B, estación Florida,
pleno mediodía.
Gente, mucha, mucha,
cada cara con un modelo
diferente de frunce
y tapones en los oídos.
Yo misma, dándole vueltas
a las ideas verdes
que andan floreciendo,
con un libro en la derecha.
Ahí, gritando muda,
en el rincón más oscuro de la reja,
entre mochilas y carpetas,
una enorme rama de jazmín
abarrotada de pimpollos,
sobreviviendo a esta época
tan de desasosiego y nombres rancios.
Claro. Fui la única que la vio.
No sé cómo, porque el perfume
era como una trampa
inofensiva pero fatal.
Está en mi cocina, ahora
recordándome a cada rato
que el dios de las pequeñas cosas
sigue ahí,
escuchando.
© María Laura Coppié
Guauuuuuuuuuuuuuuuu "María Laura "!!
ResponderEliminarImpecable!!
¡Qué lindo!Una bocanada de aire fresco en medio del hacinamiento de la vida en la gran ciudad. Me gustó mucho (qué bueno eso de "nombres rancios"). Un beso grande. Adriana Maggio
ResponderEliminarQué bueno, de glorioso final, Malala, Besos.
ResponderEliminarBellísimo.
ResponderEliminarêste es el poema que te pedì!! "el del jazmìn", que deja un perfume (tus versos) imposible de olvidar. Gracias, abrazos.
ResponderEliminarMe gusta muchísimo. tiene magia: hacés de un momento inhóspito un poema exquisito. Un abrazo grande.
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