22/11/12

Poema de Edna Pozzi



Pobre pequeña
sin el amor exiguo que reclamé a los días
vestida con andrajos
y descalza
entre montones de palabras y dulces lágrimas
reclamo para vos
una última cena sin traidores.

© Edna Pozzi

Poema de Paulina Juszko


  

Nada de nadie, nadie de ninguno pidió nada,[1]
dijiste.
Y yo digo:
Todo de todos, alguien de cualquiera
pidió cualquier cosa.
       Diversos modos de matar el tiempo
            que no queremos matar. 

                       Atarse.
                       Desatarse.
Así se vive, se permanece, se vegeta, se está, se es, se transcurre
     (O como quiera llamarse a este trabajo ).
     Hacemos los deberes como podemos.
            Algunos necesitamos cola
            para no perdernos en el espacio,  
            para remontarnos lindo.
            Pedimos vientos propicios,
            reclamamos un cielo azul,
            las correspondientes nubecitas viajeras.
  Que alguien o algo recoja el hilo cuando hace falta.  
  Ya no todos los chiches, nos conformamos con algunos:
                       Ritos.
                      Anclas.
                     Contrapesos. 

 

(1)  Jorge García Sabal, Sutura.
 
© Paulina Juszko



Poema de Rubén Gómez


(vuelta) 

el viejo fue una vez / y volvió // 

la otra vez que el viejo fue / no fue /
sino que volvió a volver /
y en cada vuelta sintió viento blanco
que roía la memoria // 

supo que no estaba en él ser un viajero /
supo qué era un regresante

 

 

© Rubén Gómez

Poema de Martha Goldín


en  silencio  
el  agua  ejerce  su  oficio
 

             hace del mar  misterio
lugar  de amor y
                           nacimiento
 

mientras  el aire se oculta entre las sombras
muestra su extraño ropaje de hojas secas
 

 y transita  el lugar exacto
                          donde todo puede suceder

 

© Martha Goldín

Poema de María Del Mar Estrella


SOLO DE VIOLIN        

Yo nací endecasílabo, mi padre
me bautizó en la lírica precisa
de su credo ritual, y fue mi madre
quien me enseñó –vital sacerdotisa-
a escanciar el fervor  de ese  compadre
que es música ritual,   pero  sumisa.
A ellos le debo este plural desmadre
de uncir   con gracia la palabra airosa.
Natural como el aire, fiel testigo
como la identidad, como el deseo
irrumpe de mi ser. Es  lo que digo.
Génesis de juglar y camafeo
que enjoya la verdad que más persigo:
reflejar esa luz en la que creo.
 

© María del Mar Estrella

Poema de Miguel Oyarzábal




TELEGRAMA

Todo en vos es aéreo:
tu charla con las hojas del otoño,
la convivencia con la lluvia
y hasta el trato tuyo con el viento, las olas y el sol.
Vos y los duendes
y las palabras
y el silencio de los árboles.
Vos y tu aire
donde vuelo para siempre.

 
© Miguel Oyarzábal

Poema de Marta Ortiz


 No porque no pueda salir de mi casa
hundirme dócil en la vida diaria
al fin y al cabo es vida conocida.
No porque más allá del umbral
no encuentre el mar azul
sino mareas de herrumbre
o porque no quiera abandonar mi depósito de libros
este mundo de objetos entrañables
crecidos entre mis papeles y yo:
fotografías, cajitas de hojalata:
esa de pastillas
“Violet” de Flavigny
o la de té:
Alice’s adventures in wonderland”, según Tenniel
en las caras laterales;
o la caja de cartón acanalado donde guardo pétalos
y hojas de roble y otros árboles
que enrojecen los otoños.
Por ninguno de esos motivos
es que no me ausento de mi casa
ni siquiera
por las páginas que leo:
Celan y Chéjov
poemas y cuentos:
“Vania”, por ejemplo.
No por tan antiguo vasallaje
sostengo mi domesticidad, 

no salgo por otra razón:
afuera está oscuro
garúa, hace frío.
 

© MARTA ORTIZ

Poema de Raúl Feroglio


El tiempo 

Huérfano de espumas y corrientes
el tiempo atraviesa la pampa sin moverse.
No deviene,
no pasa.
No puede verse desde un sitio. 

Es como una trenza
que vamos destejiendo,
mientras alguien, algo,
cerca,
sigue armándola, al infinito.
 

© Raúl Feroglio

Poema de Liliana Rega


Adentro
Vidala urbana 

En el deseo circular de las totoras habitan los instantes previos a la raíz del canto
Cuando se aproxima agosto las mujeres comienzan la espera de los jazmines
Los jazmines serán más tarde, pero las mujeres los esperan en los patios los domingos por la tarde al sol
A las tres o a las cuatro de la tarde
Y rezan en los patios
Por entre las junturas resquebrajadas de las baldosas cantan reunidas y en silencio
Desprevenidamente juntas cuando quizás no se vean jamás
Cantan solas
Cantan sin conocerse
No se conocen
Cantan
Sus destino único de ser deshabitadas
Acaso un azar las detiene
Las  voces de los hombres rústicos reunidos
Adentro está el desasociego de unas cobijas por donde se escapa en vocablos la historia de los otros
Que también engendran
Entonces hay el tiempo la instancia que vuelve
El amor se realizaba primero desde las suavidades de unas canoas transpirantes de sol
Se oye la voz revolviendo el polvo seco de las macetas
Las mujeres piden perdón y marcan su único límite verdadero
Su sonido decidido enteramente voz
Muerden las  últimas dádivas de la tierra que antes alimentó a los hombres
La tierra que prontamente se convertirá en bocado
En danza amorosa
En los sudores narrados en catarros y esperas
En hijos que también engendren 

Ay, muchacho
El libro que te sustenta en tus deseos y trabajos
El libro encantador de las palabras prodigiosas  
Antes fue un menjunje de barros y jazmines
Complaciente a los tallos biselados
Secado al sol

 

© Liliana Rega

Poema de María Eugenia Caseiro


De cabeza a mis pies tendido el gato

Sobre qué viento de espejos
se derrama el concierto de tus brazos.
En qué bandeja de labios descoyuntas
pájaros de besos          y la voz
cala la espesura de la mnésis  en tu diente.

En qué puerta estalla el nudillo
de tu lejanía             y sobre qué pared
tu sombra se detiene
a vestir los agujeros de la fuga.

Bajo qué ardorosa palmera
se desliza fugaz la esperma de tu aliento
ribeteando con su aroma
el cielo húmedo de tus almohadas.

Hoy alumbro con el cono de tu ausencia
los ojos ambarinos de mi sueño.
 


 
© María Eugenia Caseiro

Poema de Silvana Merlo


La hechicera viaja a su ocaso 

Quizás estalle en pedazos anárquicos
               quizá descubra esta máscara
               miserable disfraz que golpea
               todos los contornos del inframundo
  Quizá describa fatídica preservando reminiscencias
           por debajo de telarañas tejidas en mi templo
       Quizá debería poner en remojo mis alas
          para embelesar un vuelo inanimado
                         y lanzarme a un último otoño.
 

© Silvana Merlo

Poema de Maximiliano Costa Martínez


VENTANA EN LA NOCHE   

Luna pirata usted me asalta
mengua mis ansias,
afloja mi conciencia,
me señala tras el lago
con su mástil fantasma,
se hace mi cómplice de luz. 

Usted Luna de lata, cáliz
lleno de leche materna,
eleva su brindis angelical
huidizo de mí; la espero.
Anheloso por llegar a La Guía:
hallar su amor justo,
dejar éste. 

Cuarzo blanco, cometa puro,
Diosa Heroica,
medalla de los cielos.
Calme mi sed,
alivie mi pesar, despójeme.
Envuelto en mi pena
me enluta una capa liviana.  

Veo sobre mi hombro y la dejo flotar,
temeroso de que robe mi semblante.
Castigo es lo que imprime
mi mano en el atajo.
Es lo que elijo, Dama Heroica,
mi mueca pesada.
Lléveme a La que nos guía 

© Maximiliano Costa Martínez

21/11/12

Poema de Leandro Calle


Busco a dios en tus ojos
no lo encuentro
tampoco está en la tarde de domingo
descielado
bajo lentamente por tus piernas
y la zarza arde todavía 

© Leandro Calle

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Poema de Leonor Mauvecin

                
                Lejos como en la muerte
                     Siento arder una vida vuelta siempre hacia mí.
                         De Rosario de Eros.  Delmira Agustini
Hay un último libro
ese que no alcanzan las manos de la niña.
Hay murciélagos en los ojos
y un collar de cristales y cenizas.
Late el corazón en medio de la pena.
Vuelan los pájaros y el búho.
Nadie oye el rumor del verso entre las hojas
sin embargo desde el último anaquel el ojo mira.
Susurra Alfonsina [1]
entre las páginas, en otoño
Un pez de papel hunde su silueta
 en un mar ilusorio. 
Lee la niña y canta
Canta con Gabriela[2]
“ A la ronda / ronda
de papel / tijera
a la ronda / redonda
de la luna nueva” 
y muere Delmira[3]
en un hotel de paso
mientras se enhebran
irreverentes
las cuentas del rosario.
© Leonor Mauvecin






[1] Alfonsina  Storni: poeta argentina (1892-1938)


[2] Gabriela Mistral: poeta chilena (1889-1957)


[3] Delmira Agustini: poeta uruguaya (1886-1914)
                      

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Poema de Laura Massolo


EL PIE

Cuando baja de la cama,
el pie,
deshinchado, laxo,
ejerce el acto de fundar el día y da origen al impulso. 

Cierta neurosis, cierta cábala, cierta estadística punzante,
revelan procesiones de fracasos,
y el pie, y su vena azul,
asoman una cuota de confianza para evitar los pasos mutilados, el equívoco, el tropiezo,
y líbranos de todo mal en el momento de pisar la  alfombra. 

Si en lugar de cinco dedos tuviera cinco ojos
informaría del sol y del correo, y de que estás durmiendo aquí;
cinco orificios para oler delatarían  sexo entre las sábanas, playa y pinos,
o este Buenos Aires vértigo;
cinco canales para oír anunciarían la temperatura o el paro de transportes;
cinco lenguas servirían para lamer el aire y el vinagre de la gente antes de arrancar a las costumbres. 

Pero es un pie inconsciente,
sordo, ciego,
sin más sentidos que un tacto que se moja con la ducha y anuncia los dolores a la vuelta. 

Por otro lado,
con este pie que sabe poco,
me levanto ingenuamente de la cama a presenciar mis desventuras y mi tedio;
con este pie me armo de coraje, estés o no conmigo, y puedo ir a buscarte.

Por eso, cuando lo saco de la cama,
apoyo tantas cosas en mi pie,
tanto delirio y tanta vida,
que parece injusto encerrarlo en el zapato. 

Algún día
voy a ir
descalza
por la calle.

 

© Laura Massolo